Al médico le toca articular las instancias de saber, poder y deber. Él debe aplicar con rigor todos los conocimientos científicos, lo que esté a su alcance en bien de su paciente. Cuando necesite debe ayudarse de la medicina basada en la evidencia y de la más alta tecnología. Es decir, debe tener una rigurosa formación técnica y científica, para que junto con una concepción humanista y social de su profesión, pueda ejercer todas sus habilidades en bien de la comunidad. No puede olvidar la relación palabra – escucha. Todo debe estar mediado por la prudencia y por el "deber por el deber". En este sentido, es pertinente , pensar en la "voluntad buena" kantiana, en la intencionalidad de los actos, ya que el valor moral sólo puede radicar en la voluntad del hombre, en "querer hacer el bien"12.
El profesional médico debe asumir una actitud moral , adoptar una posición ética para el buen desempeño de sus obligaciones frente a los momentos históricos que determinan su práctica. Todos estos cambios económicos, políticos y culturales, el avance de la ciencia y el desarrollo de la tecnología crean una nueva deontología médica y obligan a la comunidad médica a reflexionar sobre su lugar, sobre su práctica.
Para concluir, el médico y la medicina, no han tenido una posición al respecto. Han estado a disposición de los otros: los dioses, la religión, la ciencia, la tecnología. Esto implica no aceptar su tarea como tal, sino querer ser ciencia. Pero hoy le toca a los médicos, si desean conservar la medicina, reivindicarla como una profesión. Asumirla de esta manera, implica abrir la posibilidad de lograr una comprensión integral del ser humano en su situación vital.
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